Fuente: Fundación Ananta
Incidimos de nuevo en el pensamiento, ese gran regenerador o ese gran contaminante. El pensamiento tóxico de la humanidad es una causa de polución tan importante o más que la polución atmosférica. No se ve, pero su efecto es destructor. Es el pensamiento vano, egoísta, cruel, y de odio, que se traslada a la palabra, y de ahí a la acción. El pensamiento regenerador es clorofílico. Pero no solo limpia los planos sutiles de la atmósfera, nos limpia a nosotros, transforma nuestra mirada. Un pensamiento destruye, el otro crea. Un pensamiento genera enfermedad, el otro cura. “Se amable, bondadoso y bueno, dentro de tus posibilidades”, nos dice el texto de hoy. Y todos tenemos múltiples posibilidades cada día para esa práctica. El mundo cambiaría en una generación si la aplicáramos. La elección es nuestra: ser tóxicos o regeneradores. No caben excusas, victimismos, debilidades. Es tiempo de contribuir: de dar, en vez de tomar. El pensamiento vano, egoísta, cruel y de odio, expresado en palabras, produce una prisión, envenena todas las fuentes de vida, provoca enfermedad y causa desastres y demora. En consecuencia, se amable, bondadoso y bueno, dentro de tus posibilidades. Guarda silencio y la luz entrará en ti.
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